El Museo uruguayo de la tragedia de los Andes que documentó a Bayona para “La sociedad de la nieve”

El accidente del vuelo 571 ocurrido el 13 de octubre de 1972, que protagoniza la última película del director español Juan Antonio Bayona estrenada en 2024 tiene su propio museo. Es de carácter privado y está en el centro de la capital uruguaya.

ALEJANDRO MINGUEZ

La tragedia de los Andes conmovió al mundo entero en 1972 y especialmente a la República Oriental del Uruguay, de donde procedía la aeronave con destino a Santiago de Chile, un 13 de octubre. Los ocupantes que sufrieron el accidente aéreo eran muy heterogéneos: empresarios, abogados, … Entre ellos destacaba un numeroso grupo de jóvenes estudiantes uruguayos que pertenecían al equipo de rugbi “Old Christian Club” y que se dirigían a Chile para jugar un partido. Muchos de ellos cursaban ingenierías de distinta tipología. Más de medio siglo después la historia de los supervivientes que tuvieron que consumir carne humana para poder contarlo, está de actualidad por la película “La sociedad de la nieve”, que el director español Juan Antonio Bayona ha dirigido al más puro estilo de Hollywood. Consiguió doce premios “Goya” en 2024 de la academia española de cine y fue candidata a la preciada estatuilla de los premios “Oscar” americanos.

No era la primera película sobre esta historia ocurrida a más de 3.600 de altitud con la nieve como protagonista. Hay varios largometrajes y documentales y se han publicado también varios libros, uno de los que han tenido más éxito, el de Pablo Vierci, de 2008, del que el cineasta español tomó el título para su película y en el que se basó para contar la historia.

Bayona realizó una intensa y extensa labor de documentación y estudio. Entre las fuentes que utilizó está el modesto museo sobre el accidente de la capital uruguaya, Montevideo. Es uno de los escasos museos que existen en el pais y curiosamente es de iniciativa y gestión privada. Está discretamente situado en la parte antigüa de la capital, muy cerca de la sede del gobierno, del teatro Solís y de la estatúa del libertador uruguayo, José Artigas, o del característico edificio Salvo, que ocupan la Plaza de la Independencia, en una calle estrecha de sentido único de circulación de los coches. Pasa casi desapercibido para los viandantes, alguno podría confundirlo con una tienda clásica de muebles.

El museo, que lleva el nombre de “Andes 1972”, ocupa la totalidad de una casa antigüa, del siglo XIX y está promovido y dirigido por un uruguayo de ascendencia alemana, Jörg P. A. Thomsen, al que delata su acento germánico y que presume de concentrar en sus instalaciones toda la verdad por encima de lo que se ha publicado y dicho de forma errónea en estos más de cincuenta años. Él mismo atiende con pasión a las personas y grupos que, con reserva previa, se acercan al museo para dar explicaciones de lo que sucedió entonces. La piedra y el ladrillo a la vista protagonizan la estética de la larga sala en la que se encuentra el material rescatado por Jörg P. A. Thomsen.

Preside la entrada una maqueta del avión accidentado rodeada de los recortes de prensa de las cabeceras de todo el mundo que hablaban del siniestro. Al margen de los paneles clásicos, donde se habla de los 29 fallecidos y 16 supervivientes y se reconstruye la línea del tiempo desde la salida del avión hasta el rescate, así como del clásico documental que se proyecta en una sala de la planta baja, el museo cuenta con piezas y restos reales del accidente que llaman la atención de los visitantes. Quizá el más llamativo por su tamaño es una rueda del tren de aterrizaje, pero también hay asientos o una puerta de emergencia. Hay documentos personales, fotografías, cartas y objetos de los ocupantes que quedaron esparcidos por el argentino Glaciar de las Lágrimas, donde se estrelló el avión de la fuerza aérea uruguaya. Destaca la última foto que se tomaron en pleno vuelo parte del pasaje antes del accidente. Sorprende ver la ropa rescatada real o las pequeñas piezas del fuselaje y del motor que se encuentran en este particular museo. Está expuesta la radio por la cual escuchaban las noticias y que les sirvió para saber que habían dejado de buscarlos.

Los visitantes del museo pueden también ver objetos que los supervivientes construyeron e improvisaron para aguantar los 72 días que esperaron a ser rescatados, como recolectores de agua confeccionados con la chapa de los respaldos de los asientos para derretir la nieve o capuchas y gafas de protección solar o guantes fabricados con los forros de los asientos. Con el aislamiento térmico del aire acondicionado hicieron mantas para protegerse del frío, objeto que también ocupa una de las vitrinas del museo. No hay morbo, la cuestión de cómo se alimentaron los supervivientes no es objetivo de este curioso museo, que cobra actualidad estos días y lo convierten en referencia turística de Montevideo, más de medio siglo después del accidente.

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